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Sociedad

Era taxista, vivía amenazado por narcos y lo mataron de 29 tiros: el crimen de Juan Manuel Britos en Rosario

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Empezaba a anochecer en Rosario y una brisa de aire fresco invitaba a estar al aire libre. Juan Manuel Britos (40) lavaba el taxi en el frente de su casa del barrio Triángulo. Su hijo de 8 años jugaba a metros suyo y Soledad Montero (30), su pareja, charlaba con unas vecinas en la vereda. Ella vio a la moto con dos ocupantes girar en U. Y advirtió la amenaza que se transformaría, segundos después, en una masacre: Juan fue acribillado a balazos. Más tarde, las pericias dirían que el cuerpo tenía 29 orificios de entrada y salida.

“Mi nene vio lo mismo que yo. Vio todo, y ya no es el mismo. No sé cómo hablar con él, pero él solo va desmenuzando cosas. Cada vez que pasa una moto tiene miedo. Me dice: ‘ma, si viene una moto tenés que correr. Papá puso las manos, no corrió. Vos tenés que correr’”.

Soledad habla con TN el día que Juan cumpliría 41 años. Un mes después de aquel 15 de febrero, la voz se le quiebra como si los flashes del horror la visitaran a cada segundo. Cuenta que, antes de la fuga, los sicarios le apuntaron en la cabeza y ella se arrojó abajo del taxi. “No sé quiénes nos hicieron esto. Yo no los conocía y tampoco sé por qué lo hicieron. Sí me acuerdo muy bien de las caras, y hoy voy por la calle buscándolos”, dice.

El de Britos fue -entonces- el segundo crimen de un taxista en una semana en Rosario. La lista de choferes asesinados se agrandó en los últimos días, con los casos de Héctor Figueroa y Diego Celentano. Con el correr de las horas, la violencia narco se llevaría también otras dos víctimas inocentes: el colectivero Marcos D’Aloia y el playero Bruno Bussanich. Un reguero de sangre que marcó un punto de inflexión: el Gobierno nacional envió fuerzas federales e impulsó distintas iniciativas en materia de seguridad y justicia. El tiempo dirá cuál fue el resultado.

Juan, Soledad y el hijo de ambos, que hoy tiene 8 años. (Foto: Facebook / Juan Britos)
Juan, Soledad y el hijo de ambos, que hoy tiene 8 años. (Foto: Facebook / Juan Britos)

Por el momento, nada se sabe sobre los sicarios que mataron a Britos: ni siquiera fueron identificados. A los investigadores les llamó la atención la saña empleada en el ataque: fueron diez disparos en la pierna derecha, cinco en la pierna izquierda, tres en el cráneo, tres en el brazo izquierdo, cinco en el brazo derecho, uno en el pecho, uno en el abdomen y uno más en la espalda.

“Yo misma entregué el celular de mi marido para que investiguen. Que vean cómo vivía, qué hacía, con quién hablaba. Lo hice porque sé muy bien quién era Juan. Sé que él se dedicaba únicamente a trabajar. A veces le metía hasta 18 horas con el taxi. Y nosotros no teníamos ningún problema con nadie“, menciona Soledad.

“Querían que entregáramos nuestra casa”

La hipótesis central del crimen está vinculada a dos balaceras que, el 3 y el 9 de febrero del año pasado, Juan y su familia habían sufrido en el frente de su casa. Allí comenzó a escribirse una de las tantas crónicas de muertes anunciadas que se amontonan cada día en el archivo negro de la ciudad. Por entonces, el reclamo de Juan ante los ataques se hizo público y llegó a oídos del intendente Pablo Javkin, quien lo visitó para solidarizarse y le habilitó una custodia que duró tres meses.

El intendente Javkin visitó a Britos el año pasado, luego de que le balearan la casa en dos ocasiones. (Foto: X / @pablojavkin)
El intendente Javkin visitó a Britos el año pasado, luego de que le balearan la casa en dos ocasiones. (Foto: X / @pablojavkin)

“En la vereda de enfrente tengo el ingreso a la Villa Banana. Hacés 10, 15 metros y ya tenés un búnker (de venta de droga). Con la gente de los búnkeres nunca tuvimos un problema”, aclara Soledad. En aquellos dos ataques, los tiradores dejaron dos notas. “La casa o plomo”, decía la primera. “Con la mafia no se jode”, fue la segunda.

“Se ve que querían nuestra casa para habilitar otros puntos de venta. Nosotros estábamos adentro las dos veces que nos balearon. En la primera estábamos festejando el cumpleaños de mi nene”, sitúa Soledad, y sigue: “Te puedo asegurar que, después de lo que pasó, hicimos las valijas. Teníamos todo listo, pero no encontrábamos un lugar donde ir. Después que nos levantaran la custodia, el fiscal (Federico) Rébola no se ocupo de la causa y quedamos totalmente desamparados”.

Britos fue acribillado por dos sicarios en la puerta de su casa. (Foto: gentileza Rosario3)
Britos fue acribillado por dos sicarios en la puerta de su casa. (Foto: gentileza Rosario3)

Una discusión menor y un crimen absurdo

La investigación por el crimen de Britos todavía no registra avances significativos. ”Hay pericias sobre las cámaras privadas y públicas, el teléfono de mi marido se está terminando de peritar y el informe de balística está demorado”, detalla Soledad con la fluidez de alguien acostumbrado a convivir con una justicia de espaldas a las víctimas, y que carga una mochila llena de dolor: el 1 de enero de 2015, su hermano Pablo (24) fue asesinado en circunstancias parecidas a Juan. Ambos eran muy amigos y Juan solía homenajear la memoria de Pablo en sus redes sociales.

“Mi hermano tenía una enemistad con unos muchachos. Era una distancia, digamos, porque nunca se habían enfrentado ni nada. A lo sumo alguna pelea tonta en las redes sociales. Algo menor”, recuerda Soledad, y continúa el relato: “Pablo fue a una fiesta de Año Nuevo acá en Triángulo, a cinco cuadras de casa. Estaba hablando con unos amigos y sintió que le tocaban la espalda. Cuando se dio vuelta, sin mediar palabra, lo mataron de siete tiros”.

Juan -izquierda- junto a Pablo. El marido y el hermano de Soledad eran muy amigos. Ambos fueron asesinados. (Foto: Facebook / Juan Britos)
Juan -izquierda- junto a Pablo. El marido y el hermano de Soledad eran muy amigos. Ambos fueron asesinados. (Foto: Facebook / Juan Britos)

El asesino era menor de edad y recién fue detenido tres años después. Testigos contaron que no tenía un problema directo con la víctima, sino que atacó a Montero en venganza por el crimen de otro joven, “Maurito” Barraza, asesinado dos meses antes en medio de una pelea barrial entre bandos enfrentados. En represalia, el adolescente empezó a atacar a “todos los que habían tenido problemas con Maurito”.

“Era una bandita de pibitos, y algunos tenían vínculo con bandas narco. Al que mató a mi hermano ya tenía 20 cuando lo agarraron, y lo juzgaron como a un menor. Ya está en libertad y me lo cruzo por la calle todo el tiempo. El que manejaba la moto estuvo preso dos años y medio: ya está libre. Las hijas van a la misma escuela que mi hijo”, subraya.

Soledad vuelve sobre la mirada del asesino y el arma apuntándole en la cabeza. Dice que a veces se pregunta “si fue mejor o peor” haber sobrevivido al ataque, pero se muestra convencida del camino a seguir: el amor de un hijo que convivirá -como ella- con las secuelas del horror y la pelea por verdad y justicia.

La víctima tenía 40 años y era taxista. (Foto: Facebook / Juan Britos)
La víctima tenía 40 años y era taxista. (Foto: Facebook / Juan Britos)

“Intento que mi nene tenga una vida normal. Mantenerlo pegado a sus amistades, a sus vínculos. Él extraña mucho y me hace muchos reclamos. Me pide jugar o que lo abrace, y a veces estoy tan mal que ni fuerzas tengo”, cuenta.

“Quiero que me digan por qué pasó lo que pasó. Me lo vivo preguntando. Juan era una persona que no tenía muchos temores ni le escapaba a la confrontación, pero cuando la moto se paró frente a él tuvo miedo. Yo sentí ese miedo”, evoca Soledad. Y concluye: “Él no esperaba algo así ni lo buscó. Quiero saber por qué se la agarraron con Juan. Por qué después de tirarle tantas veces al cuerpo, también le dieron en la cabeza”.

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Bienestar

La maduración infantil: la importancia del tiempo y el respeto en el proceso propio de cada niño

La infancia, marcada por la exploración y el descubrimiento, a menudo puede verse influenciada por categorizaciones sociales y médico-psicológicas precipitadas. Cómo una profunda reflexión sobre la evolución natural puede beneficiar la salud mental de niños y niñas

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La niñez en general es etiquetada normativizada, lo que refuerza la idea de que existe una forma correcta de ser niño o niña, o una única manera de transitar la infancia. El apuro del mundo adulto en definir tempranamente desde la identidad hasta el padecimiento en la infancia, muchas veces haciéndolo coincidir con un diagnóstico, no respeta los tiempos ni la lógica del desarrollo infantil.

La precipitación en cómo se aborda la construcción de la identidad y se acompañan los padecimientos infantiles, pone en evidencia la disonancia entre los tiempos del desarrollo infantil y las expectativas adultas.

Ante esta realidad, emerge la importancia de impulsar abordajes más empáticos que prioricen la exploración de las condiciones psicosociales antes de proceder a clasificar e intervenir. El respeto por los tiempos de maduración, la empatía hacia las vivencias de angustia y el cuestionamiento de las prácticas de medicalización y etiquetado, surgen como principios fundamentales para custodiar el desarrollo sano y pleno de cada niño y niña, garantizando un apoyo que genuino que refleje la singularidad de cada trayecto vital.

Es fundamental respetar la singularidad de cada niño/a, reconociendo la diversidad en los procesos de desarrollo y evitando la imposición de diagnósticos que pueden estigmatizar o limitar el potencial de los menores (Imagen Ilustrativa Infobae)Es fundamental respetar la singularidad de cada niño/a, reconociendo la diversidad en los procesos de desarrollo y evitando la imposición de diagnósticos que pueden estigmatizar o limitar el potencial de los menores (Imagen Ilustrativa Infobae)

La noticia de comienzo de este año sobre el cierre de la clínica pediátrica de Tavistock en el Reino Unido y la prohibición de los llamados bloqueadores de pubertad ha generado un debate intenso en el ámbito de la salud mental infantil y adolescente, que todavía estamos teniendo.

Las clínicas de identidad de género en Inglaterra dejaron de recetar fármacos bloqueadores de la pubertad a los menores trans, según confirmó la Seguridad Social inglesa (NHS England). Estos fármacos detienen los cambios físicos de la pubertad, como el desarrollo de los senos o el vello facial, actuando sobre las hormonas: testosterona, progesterona y estrógeno. La decisión se produjo después de que la Seguridad Social inglesa encargara en 2020 una revisión independiente de los servicios de identidad de género para menores de 18 años.

“Es absolutamente correcto que los niños y jóvenes, que pueden estar enfrentando una gama compleja de problemas relacionados con su identidad de género, obtengan el mejor apoyo y experiencia posibles durante su atención”, afirmó la doctora Hilary Cass, a cargo del informe donde se asegura que un tratamiento médico no es necesariamente la mejor opción para la niñez trans y recomienda que no se les prescriba sin haber analizado previamente su salud mental o condiciones psicosociales. Lo más grave es que certifica que “no hay pruebas sólidas sobre los resultados a largo plazo de estas intervenciones para gestionar la angustia relacionada con el género”.

Desde una perspectiva psicoanalítica y de género, es imperativo examinar las etiquetas y prácticas médico-psicológicas hacia la niñez, promoviendo un enfoque más empático y menos intervencionista en el acompañamiento de su desarrollo

 (Imagen Ilustrativa Infobae)Desde una perspectiva psicoanalítica y de género, es imperativo examinar las etiquetas y prácticas médico-psicológicas hacia la niñez, promoviendo un enfoque más empático y menos intervencionista en el acompañamiento de su desarrollo (Imagen Ilustrativa Infobae)

Desde una perspectiva psicoanalítica y de género, es crucial examinar críticamente tanto las etiquetas sociales como las prácticas médico-psicológicas que se han venido utilizando.

La identidad es un constructo complejo y multifacético, influenciado por una variedad de factores psicológicos, sociales y culturales, que no tiene un tiempo de culminación, pero sí un proceso que se debería respetar.

Las etiquetas imponen expectativas rígidas sobre cómo deben comportarse y expresarse los niños y niñas según su género, esto puede llevar a la invisibilización y la invalidación de las experiencias de aquellos que no se ajustan a ellas. También puede llevar a la toma de resoluciones de urgencia, que pueden generar daño en la salud mental.

Por ello, antes de etiquetar las experiencias, vivencias y angustias de los niños y niñas, es necesario explorar de manera más profunda las dinámicas inconscientes que subyacen a la construcción de la identidad, que es, como ya se dijo, multifacética.

La maduración infantil descrita como una serie de ajustes y desajustes subraya la necesidad de otorgar tiempo al desarrollo subjetivo, permitiendo a niños y niñas vivir sus propios procesos sin la presión de encajar en moldes predeterminados.

(Imagen Ilustrativa Infobae)La maduración infantil descrita como una serie de ajustes y desajustes subraya la necesidad de otorgar tiempo al desarrollo subjetivo, permitiendo a niños y niñas vivir sus propios procesos sin la presión de encajar en moldes predeterminados. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Hace años asistimos también a la proliferación de múltiples y variadas herramientas (test, escalas y encuestas) producidas con el fin de diagnosticar diferentes problemáticas y experiencias que pueden presentarse en los niños y niñas. Algunos diagnósticos se realizan de manera online a través de multiple choice, sin ningún tipo de verificación. También hay infinidad de publicaciones que relatan, muchas veces de manera obscena, vivencias y padecimientos del dolor infantil.

Existe una notable insistencia en que todo debe encajar en algún lugar y muy tempranamente, binario – no binario, enfermedad – salud, cuando los procesos de maduración infantil no son tan radicales, ni tan sencillos ni rápidos.

Los procesos de maduración describen la evolución del yo, del sí mismo, de la personalidad y esta evolución implica fallas, conflictos, miedos y amenazas. Tanto como desajustes, ajustes y avances y retrocesos, por ello debe otorgarse tiempo al devenir subjetivo.

El periodo de maduración infantil es un proceso dinámico que incluye desajustes y conflictos, por tanto, es crucial permitir el tiempo adecuado para el desarrollo subjetivo sin apresurar diagnósticos o intervenciones  (Imagen ilustrativa Infobae)El periodo de maduración infantil es un proceso dinámico que incluye desajustes y conflictos, por tanto, es crucial permitir el tiempo adecuado para el desarrollo subjetivo sin apresurar diagnósticos o intervenciones (Imagen ilustrativa Infobae)

Los niños y niñas encuentran diferentes formas de denunciar su malestar, su padecimiento o la necesidad de más atención. Eso no significa que padezcan algún trastorno, todo lo contrario, son lo suficientemente sanos para alzar su queja de una manera que incomode para conseguir lo que necesitan.

He visto niños con el corazón roto por el desamor, diagnosticados y medicalizados por trastornos de atención y en realidad lo que denunciaban era la falta de atención del otro, del adulto que no podía sostenerlos. También he atendido niños que pueden ser capaces de cualquier cosa con tal de recibir amor y aceptación, hasta enfermarse.

En los últimos tiempos, y en una economía de tiempos y recursos, cualquier rastro de lo que puede ser diferente a lo esperable prende las alarmas, y nuevamente aparece el sujeto infantil examinado, cuestionado y clasificado para comodidad del mundo adulto.

Diagnosticar a niños con base en síntomas sin investigar las causas subyacentes puede llevar a errores que afecten su salud mental, subrayando la importancia de un enfoque cuidadoso y reflexivo en el manejo de sus vivencias y padecimientos.

(Imagen ilustrativa Infobae)Diagnosticar a niños con base en síntomas sin investigar las causas subyacentes puede llevar a errores que afecten su salud mental, subrayando la importancia de un enfoque cuidadoso y reflexivo en el manejo de sus vivencias y padecimientos. (Imagen ilustrativa Infobae)

“Sos esto, tenés aquello”, con la indicación de intervención para cambiarlo, que es lo mismo que decir “no deberías ser así” lo que implica una descalificación y un reto para la salud mental, especialmente cuando se encuentra en desarrollo.

Muchas veces la forma de gestionar el dolor en los niños y niñas llama mucho la atención, eso no significa que se encuentren enfermos o que requieran de tratamiento. A veces con el soporte y la empatía alcanza.

Si bien el diagnóstico en trastornos graves del desarrollo es fundamental porque da lugar a una oportuna intervención, no todo en la infancia es diagnosticable y etiquetable, porque tratamos con sujetos en desarrollo. Aquello que puede mostrarse en un momento como una anomalía y que puede traer padecimiento muchas veces es parte del crecimiento, la construcción de la identidad, las identificaciones y también la denuncia de situaciones dolorosas.

Erróneamente, se intenta ajustar las complejidades de la infancia a categorías binarias o diagnósticos definitivos, sin considerar la naturaleza gradual y no lineal del desarrollo infantil (Getty Images)Erróneamente, se intenta ajustar las complejidades de la infancia a categorías binarias o diagnósticos definitivos, sin considerar la naturaleza gradual y no lineal del desarrollo infantil (Getty Images)

La imposición de categorías diagnósticas o identitarias puede generar sentimientos de confusión, ansiedad y vergüenza en los niños y jóvenes que los reciben, y puede dejarlos coagulados en una clasificación de la que es difícil salir. Algunas veces estas imposiciones tienen el carácter de maltrato infantil.

Otras veces el diagnóstico constituye una forma de acceder a los derechos de los niños y las niñas, para que la obra social, la prepaga o el estado, a través de la salud pública, cubra los gastos para la estimulación de las capacidades. Cubra las necesidades especiales para que se recupere y sane y se sienta bien consigo mismo.

Otra secuela de las clasificaciones prematuras es la medicalización, que tiene como efecto, entre otras cosas, universalizar y homogeneizar a toda la población infantil que presenta supuestas disfunciones. No todos los niños y niñas que no se ajusten a lo establecido del ideal social, médico o parental pueden ser diagnosticados como sujetos con patología.

La urgencia en catalogar conduce a errores diagnósticos, como el sobre o subdiagnóstico del trastorno por déficit de atenciónLa urgencia en catalogar conduce a errores diagnósticos, como el sobre o subdiagnóstico del trastorno por déficit de atención

Un ejemplo de ello es el sobrediagnóstico del Trastorno por Déficit de Atención (TDA). El diagnóstico está por encima de la prevalencia porque existe un medicamento que parece mejorar los síntomas de concentración y muchas veces es más fácil recomendarlo que investigar en profundidad qué le pasa al niño y niña, ¿qué están contando los síntomas? La urgencia en catalogar conduce a errores diagnósticos (sobre o subdiagnóstico), a dejar de lado aspectos relevantes, a no reunir la información suficiente para diseñar el mejor plan posible de intervención, que no siempre es la medicación.

Es prioritario el respeto por la singularidad de cada niño y niña, los tiempos, procesos y las operaciones y simbólicas. La prisa para que responda de tal o cual manera está ligada al ideal de los adultos, es adultocentrista. En la clínica nos encontramos con la difícil posición de los padres que muchas veces imaginaron a un niño que no es como su hijo. Esa discordancia entre el deseo y la realidad muchas veces se interpreta como una falla. Y cuando las supuestas fallas se presentan como trastornos y se interviene sobre ellos, ahí comienzan los problemas de salud mental para los niños y deja a los padres capturados en circuitos sin salida de decepción en decepción.

El proceso de subjetivación siempre cumple el mismo recorrido, pero también responde a ideales epocales. La intolerancia o la angustia de los padres, profesionales, maestros en relación con los tiempos singulares de cada niño van en contra de un proceso legítimo y auténtico de desarrollo.

Cuidemos la infancia porque es para siempre.

*Sonia Almada es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de “La niña deshilachada”, sobre prevención de la violencia sexual en la infancia; “Me gusta como soy”, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y “La niña del campanario”, una obra de no-ficción.

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