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Bienestar

Una fundación desarrolló el primer y único servicio de oncohematología y pediatría gratuito de la Argentina

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El pasado 15 febrero, fue el Día internacional de Cáncer Infantil, pero, más allá de conmemorar este día de resiliencia y amor, existen protagonistas que trabajan y dedican voluntariamente su vida al cuidado y acompañamiento de niños con cáncer. Una de ellas es Clara Pannunzio, que contó cómo fue crear la Fundación María Cecilia: “Fue un desafío muy grande, pero de alguna manera algo que nació cuando mi hija y María Cecilia hacían su tratamiento de LLA (leucemia linfoblástica aguda). María Ester, mamá de María Cecilia y yo nos conocíamos desde siempre y nuestras hijas enfermaron con pocos meses de diferencia, lamentablemente. Ceci no pudo llegar a su trasplante y murió en abril de 1991″.

“En mayo, nosotras empezamos a convocar a otros padres y madres de pacientes oncológicos atendidos en Ciudad de Buenos Aires, para ver qué podíamos hacer por los pequeños con cáncer. Se trabajó mucho y, en abril de 1995, conseguimos abrir, por un convenio con la municipalidad de San Isidro, el primer y único servicio de oncopediatría gratuito sostenido por una ONG, en un hospital público y sin límite de zonas. Llevamos 29 años atendiendo niños y niñas de todo el país y países limítrofes” añadió.

Cada 15 de febrero se conmemora el Día Internacional contra el Cáncer Infantil. (Foto: Adobe Stock)
Cada 15 de febrero se conmemora el Día Internacional contra el Cáncer Infantil. (Foto: Adobe Stock)

Pannunzio señaló además: “El gran desafío fue crear el servicio de hematooncología pediátrica en un hospital municipal, asesorados y de la mano de la dra. Angie Fernández Barbieri fuimos armando este sueño, donde los pacientes tienen todo lo necesario para su tratamiento, más allá de no tener una obra social. La atención es personalizada, con toda la contención para el niño/niña y su familia, en un ámbito interdisciplinario para su mejor tratamiento”.

“El próximo desafío es poder brindar tratamiento y contención a adolescentes de 17 a 21 años, que en estos momentos se atienden como adultos, pero se ha comprobado que el tratamiento pediátrico tiene mejores resultados. A ellos queremos llegar y brindarles todo lo necesario para que accedan a su cura”, detalló.

Más allá de lo clínico

La médica hematooncóloga Patricia Sosa, (M.P. 445.732 / M.N. 64.061) del Hospital Materno Infantil de San Isidro y la Fundación María Cecilia, dijo: “El tratamiento de un paciente oncológico comienza desde el diagnóstico y continua intensivamente como mínimo durante 5 años. Hay pacientes que siguen viniendo al servicio durante años. El seguimiento no solo incluye la visita, los análisis o las punciones sino que va más allá de lo clínico”.

La especialista indicó que en la fundación tienen un acompañamiento no sólo médico sino también psicológico, de contención por todo el equipo de voluntarias, no solo se atiende al niño sino a toda la familia, mientras que destacó: “Los tratamientos, hoy en día y gracias a muchos estudios, pueden adecuarse para cada paciente. Con el advenimiento de la biología molecular, citometría y citogenética los pacientes con leucemias, por ejemplo, pueden estadificarse con precisión y de este modo clasificarse en grupos de alto, medio y bajo riesgo lo que adecua mejor el tratamiento a seguir y sobre todo el pronóstico”.

“Desde mi punto de vista y con muchos años en esta especialidad, veo que se mejoró enormemente no solo a nivel diagnóstico sino en el control de síntomas como el manejo del dolor, las técnicas quirúrgicas, la radioterapia. Un niño con cáncer hoy en día puede curarse y llevar una vida normal”, explicó la médica y añadió: “Podemos decir que la tasa de curación en general es del 70% e inclusive en algunas patologías llegando al 80/90% lo que indica que tener un buen servicio y atención temprana es fundamental”, dijo.

Misión y objetivos de la Fundación María Cecilia

Néstor Gabriel Cipriaro, es ingeniero (M.N 40.272) y presidente de la Fundación. Desde hace más de 19 años, es voluntario y contó: “La FMC es la única fundación en Latinoamérica que creó y sostiene económicamente un servicio hematooncológico infantil dentro de un hospital público. Brinda este servicio en forma totalmente gratuita para niños de todo el país y es el segundo centro de derivación de esta patología después del Hospital Garrahan”.

“Desde hace 32 años, venimos llevando adelante nuestra misión, la cual podemos condensar en estos conceptos: curar, aliviar y acompañar siempre. Esta institución entendió las necesidades, viabilizando y materializando buenas ideas en pos de su misión. Más allá de la capacidad de nuestro plantel médico que lleva adelante el servicio, nuestro equipo de psicólogos y voluntarios brindan todo el apoyo a las familias de los pacientes en sus necesidades emocionales, sociales y prácticas”, añadió el presidente de la entidad.

Cipriaro dijo luego: “Creo que todos tenemos un gran sentido solidario, pero muchas veces no sabemos cómo canalizarlo por diversos motivos. Cuando la sociedad encuentra un objetivo noble en común, es cuando mejor reacciona y allí se potencia con pasión y espíritu. En esa línea de pensamiento, es que la misión de FMC reunía todos los atractivos por los cuales decidí sumarme como voluntario hace 18 años”.

“La premisa fundamental para el tratamiento del cáncer infantil es la detección temprana. Con un buen diagnóstico a tiempo, la probabilidad de cura es muy alta. En generar esa conciencia, trabajamos día a día capacitando pediatras y concientizando a las familias”, aclaró y dejó como mensaje: » Me resta pedirle a la sociedad que se comprometa aún más con las causas válidas, ya que toda ayuda, en nuestro caso, puede desencadenar en la cura de un niño”.

Los objetivos de la Fundación

  • Mantener la excelencia en el servicio mejorando el índice de curabilidad. Actualmente dicho índice cumple con los estándares internacionales en cuanto a porcentajes.
  • Desarrollar programas de divulgación científica trabajando intensamente sobre la detección temprana de la enfermedad.
  • Abarcar la problemática de los pacientes adolescentes, ya que emocionalmente no pueden ser tratados como adultos, y sus tratamientos difieren a los de los niños.
  • Profundizar en las tareas docentes para la capacitación de profesionales. Hoy la FMC alberga médicos que están realizando su especialidad en oncopediatría.
  • Seguir participando de programas internacionales de protocolos aplicados a nuestros tratamientos. Actualmente participamos del Programa Closer, financiado por la Unión Europea.
  • Aumentar la visibilización en redes y medios a fin de poder incrementar el número y tipo de donantes, siendo éstos los que generan el único ingreso con el cual sostenemos el servicio.
  • Contar con un espacio propio para incrementar las áreas de atención del servicio.

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Bienestar

La maduración infantil: la importancia del tiempo y el respeto en el proceso propio de cada niño

La infancia, marcada por la exploración y el descubrimiento, a menudo puede verse influenciada por categorizaciones sociales y médico-psicológicas precipitadas. Cómo una profunda reflexión sobre la evolución natural puede beneficiar la salud mental de niños y niñas

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La niñez en general es etiquetada normativizada, lo que refuerza la idea de que existe una forma correcta de ser niño o niña, o una única manera de transitar la infancia. El apuro del mundo adulto en definir tempranamente desde la identidad hasta el padecimiento en la infancia, muchas veces haciéndolo coincidir con un diagnóstico, no respeta los tiempos ni la lógica del desarrollo infantil.

La precipitación en cómo se aborda la construcción de la identidad y se acompañan los padecimientos infantiles, pone en evidencia la disonancia entre los tiempos del desarrollo infantil y las expectativas adultas.

Ante esta realidad, emerge la importancia de impulsar abordajes más empáticos que prioricen la exploración de las condiciones psicosociales antes de proceder a clasificar e intervenir. El respeto por los tiempos de maduración, la empatía hacia las vivencias de angustia y el cuestionamiento de las prácticas de medicalización y etiquetado, surgen como principios fundamentales para custodiar el desarrollo sano y pleno de cada niño y niña, garantizando un apoyo que genuino que refleje la singularidad de cada trayecto vital.

Es fundamental respetar la singularidad de cada niño/a, reconociendo la diversidad en los procesos de desarrollo y evitando la imposición de diagnósticos que pueden estigmatizar o limitar el potencial de los menores (Imagen Ilustrativa Infobae)Es fundamental respetar la singularidad de cada niño/a, reconociendo la diversidad en los procesos de desarrollo y evitando la imposición de diagnósticos que pueden estigmatizar o limitar el potencial de los menores (Imagen Ilustrativa Infobae)

La noticia de comienzo de este año sobre el cierre de la clínica pediátrica de Tavistock en el Reino Unido y la prohibición de los llamados bloqueadores de pubertad ha generado un debate intenso en el ámbito de la salud mental infantil y adolescente, que todavía estamos teniendo.

Las clínicas de identidad de género en Inglaterra dejaron de recetar fármacos bloqueadores de la pubertad a los menores trans, según confirmó la Seguridad Social inglesa (NHS England). Estos fármacos detienen los cambios físicos de la pubertad, como el desarrollo de los senos o el vello facial, actuando sobre las hormonas: testosterona, progesterona y estrógeno. La decisión se produjo después de que la Seguridad Social inglesa encargara en 2020 una revisión independiente de los servicios de identidad de género para menores de 18 años.

“Es absolutamente correcto que los niños y jóvenes, que pueden estar enfrentando una gama compleja de problemas relacionados con su identidad de género, obtengan el mejor apoyo y experiencia posibles durante su atención”, afirmó la doctora Hilary Cass, a cargo del informe donde se asegura que un tratamiento médico no es necesariamente la mejor opción para la niñez trans y recomienda que no se les prescriba sin haber analizado previamente su salud mental o condiciones psicosociales. Lo más grave es que certifica que “no hay pruebas sólidas sobre los resultados a largo plazo de estas intervenciones para gestionar la angustia relacionada con el género”.

Desde una perspectiva psicoanalítica y de género, es imperativo examinar las etiquetas y prácticas médico-psicológicas hacia la niñez, promoviendo un enfoque más empático y menos intervencionista en el acompañamiento de su desarrollo

 (Imagen Ilustrativa Infobae)Desde una perspectiva psicoanalítica y de género, es imperativo examinar las etiquetas y prácticas médico-psicológicas hacia la niñez, promoviendo un enfoque más empático y menos intervencionista en el acompañamiento de su desarrollo (Imagen Ilustrativa Infobae)

Desde una perspectiva psicoanalítica y de género, es crucial examinar críticamente tanto las etiquetas sociales como las prácticas médico-psicológicas que se han venido utilizando.

La identidad es un constructo complejo y multifacético, influenciado por una variedad de factores psicológicos, sociales y culturales, que no tiene un tiempo de culminación, pero sí un proceso que se debería respetar.

Las etiquetas imponen expectativas rígidas sobre cómo deben comportarse y expresarse los niños y niñas según su género, esto puede llevar a la invisibilización y la invalidación de las experiencias de aquellos que no se ajustan a ellas. También puede llevar a la toma de resoluciones de urgencia, que pueden generar daño en la salud mental.

Por ello, antes de etiquetar las experiencias, vivencias y angustias de los niños y niñas, es necesario explorar de manera más profunda las dinámicas inconscientes que subyacen a la construcción de la identidad, que es, como ya se dijo, multifacética.

La maduración infantil descrita como una serie de ajustes y desajustes subraya la necesidad de otorgar tiempo al desarrollo subjetivo, permitiendo a niños y niñas vivir sus propios procesos sin la presión de encajar en moldes predeterminados.

(Imagen Ilustrativa Infobae)La maduración infantil descrita como una serie de ajustes y desajustes subraya la necesidad de otorgar tiempo al desarrollo subjetivo, permitiendo a niños y niñas vivir sus propios procesos sin la presión de encajar en moldes predeterminados. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Hace años asistimos también a la proliferación de múltiples y variadas herramientas (test, escalas y encuestas) producidas con el fin de diagnosticar diferentes problemáticas y experiencias que pueden presentarse en los niños y niñas. Algunos diagnósticos se realizan de manera online a través de multiple choice, sin ningún tipo de verificación. También hay infinidad de publicaciones que relatan, muchas veces de manera obscena, vivencias y padecimientos del dolor infantil.

Existe una notable insistencia en que todo debe encajar en algún lugar y muy tempranamente, binario – no binario, enfermedad – salud, cuando los procesos de maduración infantil no son tan radicales, ni tan sencillos ni rápidos.

Los procesos de maduración describen la evolución del yo, del sí mismo, de la personalidad y esta evolución implica fallas, conflictos, miedos y amenazas. Tanto como desajustes, ajustes y avances y retrocesos, por ello debe otorgarse tiempo al devenir subjetivo.

El periodo de maduración infantil es un proceso dinámico que incluye desajustes y conflictos, por tanto, es crucial permitir el tiempo adecuado para el desarrollo subjetivo sin apresurar diagnósticos o intervenciones  (Imagen ilustrativa Infobae)El periodo de maduración infantil es un proceso dinámico que incluye desajustes y conflictos, por tanto, es crucial permitir el tiempo adecuado para el desarrollo subjetivo sin apresurar diagnósticos o intervenciones (Imagen ilustrativa Infobae)

Los niños y niñas encuentran diferentes formas de denunciar su malestar, su padecimiento o la necesidad de más atención. Eso no significa que padezcan algún trastorno, todo lo contrario, son lo suficientemente sanos para alzar su queja de una manera que incomode para conseguir lo que necesitan.

He visto niños con el corazón roto por el desamor, diagnosticados y medicalizados por trastornos de atención y en realidad lo que denunciaban era la falta de atención del otro, del adulto que no podía sostenerlos. También he atendido niños que pueden ser capaces de cualquier cosa con tal de recibir amor y aceptación, hasta enfermarse.

En los últimos tiempos, y en una economía de tiempos y recursos, cualquier rastro de lo que puede ser diferente a lo esperable prende las alarmas, y nuevamente aparece el sujeto infantil examinado, cuestionado y clasificado para comodidad del mundo adulto.

Diagnosticar a niños con base en síntomas sin investigar las causas subyacentes puede llevar a errores que afecten su salud mental, subrayando la importancia de un enfoque cuidadoso y reflexivo en el manejo de sus vivencias y padecimientos.

(Imagen ilustrativa Infobae)Diagnosticar a niños con base en síntomas sin investigar las causas subyacentes puede llevar a errores que afecten su salud mental, subrayando la importancia de un enfoque cuidadoso y reflexivo en el manejo de sus vivencias y padecimientos. (Imagen ilustrativa Infobae)

“Sos esto, tenés aquello”, con la indicación de intervención para cambiarlo, que es lo mismo que decir “no deberías ser así” lo que implica una descalificación y un reto para la salud mental, especialmente cuando se encuentra en desarrollo.

Muchas veces la forma de gestionar el dolor en los niños y niñas llama mucho la atención, eso no significa que se encuentren enfermos o que requieran de tratamiento. A veces con el soporte y la empatía alcanza.

Si bien el diagnóstico en trastornos graves del desarrollo es fundamental porque da lugar a una oportuna intervención, no todo en la infancia es diagnosticable y etiquetable, porque tratamos con sujetos en desarrollo. Aquello que puede mostrarse en un momento como una anomalía y que puede traer padecimiento muchas veces es parte del crecimiento, la construcción de la identidad, las identificaciones y también la denuncia de situaciones dolorosas.

Erróneamente, se intenta ajustar las complejidades de la infancia a categorías binarias o diagnósticos definitivos, sin considerar la naturaleza gradual y no lineal del desarrollo infantil (Getty Images)Erróneamente, se intenta ajustar las complejidades de la infancia a categorías binarias o diagnósticos definitivos, sin considerar la naturaleza gradual y no lineal del desarrollo infantil (Getty Images)

La imposición de categorías diagnósticas o identitarias puede generar sentimientos de confusión, ansiedad y vergüenza en los niños y jóvenes que los reciben, y puede dejarlos coagulados en una clasificación de la que es difícil salir. Algunas veces estas imposiciones tienen el carácter de maltrato infantil.

Otras veces el diagnóstico constituye una forma de acceder a los derechos de los niños y las niñas, para que la obra social, la prepaga o el estado, a través de la salud pública, cubra los gastos para la estimulación de las capacidades. Cubra las necesidades especiales para que se recupere y sane y se sienta bien consigo mismo.

Otra secuela de las clasificaciones prematuras es la medicalización, que tiene como efecto, entre otras cosas, universalizar y homogeneizar a toda la población infantil que presenta supuestas disfunciones. No todos los niños y niñas que no se ajusten a lo establecido del ideal social, médico o parental pueden ser diagnosticados como sujetos con patología.

La urgencia en catalogar conduce a errores diagnósticos, como el sobre o subdiagnóstico del trastorno por déficit de atenciónLa urgencia en catalogar conduce a errores diagnósticos, como el sobre o subdiagnóstico del trastorno por déficit de atención

Un ejemplo de ello es el sobrediagnóstico del Trastorno por Déficit de Atención (TDA). El diagnóstico está por encima de la prevalencia porque existe un medicamento que parece mejorar los síntomas de concentración y muchas veces es más fácil recomendarlo que investigar en profundidad qué le pasa al niño y niña, ¿qué están contando los síntomas? La urgencia en catalogar conduce a errores diagnósticos (sobre o subdiagnóstico), a dejar de lado aspectos relevantes, a no reunir la información suficiente para diseñar el mejor plan posible de intervención, que no siempre es la medicación.

Es prioritario el respeto por la singularidad de cada niño y niña, los tiempos, procesos y las operaciones y simbólicas. La prisa para que responda de tal o cual manera está ligada al ideal de los adultos, es adultocentrista. En la clínica nos encontramos con la difícil posición de los padres que muchas veces imaginaron a un niño que no es como su hijo. Esa discordancia entre el deseo y la realidad muchas veces se interpreta como una falla. Y cuando las supuestas fallas se presentan como trastornos y se interviene sobre ellos, ahí comienzan los problemas de salud mental para los niños y deja a los padres capturados en circuitos sin salida de decepción en decepción.

El proceso de subjetivación siempre cumple el mismo recorrido, pero también responde a ideales epocales. La intolerancia o la angustia de los padres, profesionales, maestros en relación con los tiempos singulares de cada niño van en contra de un proceso legítimo y auténtico de desarrollo.

Cuidemos la infancia porque es para siempre.

*Sonia Almada es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de “La niña deshilachada”, sobre prevención de la violencia sexual en la infancia; “Me gusta como soy”, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y “La niña del campanario”, una obra de no-ficción.

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